domingo, mayo 08, 2011

Pensar la política: valorar la palabra del fútbol, del sexo, de la droga, del carnaval, de la naturaleza…


Revista de Expresión Cultural – http://elsalmonurbano.blogspot.com
Pensar la política: valorar la palabra del fútbol, del sexo, de la droga, del carnaval, de la naturaleza…

Por Boris Edgardo Moreno Rincón.



La propiedad del monopolio de la decisión que se ha arrogado la razón de estado y por consiguiente las tecnologías de gobierno –diseño de conductas- no dejan de multiplicarse e invadir las esferas del acontecer humano. A través de sus dispositivos de disciplinamiento y control han politizado la existencia poiética del pensamiento, el manejo de la sensibilidad, el gusto erótico, la producción de los valores, la creación onírica, la entrada a los estadios… creando de esta forma una policía del pensamiento, que nos dice a toda hora que pensar, como actuar y como vestirnos, se censura hasta el porte de las camisetas de los equipos. Más poesía, menos policía.



De esta forma, hoy vemos impávidos como la educación (escolarizada) no es más que una estrategia pedagogizadora de las subjetividades; la política pensada y ejercida como policía es un simple espacio distorsionado para edulcorar la dominación que se ejerce libremente sobre los seres de la nada: la posesión de los desposeídos; la vida en comunidad, la experiencia de lo común, cercenada y desgarrada, por unos derechos y libertades que mantienen atada la proyección de ese animal con palabra, a la seguridad inerte del estado actual de las cosas; el tiempo libre y el ocio reglados al decoro de una diversión “útil y justa” en correspondencia a la planeación de la acumulación por desposesión; el futbol, la pasión desenfrenada de la parte de los sin parte, normada por la medicalización social, que impone inmunitariamente una forma de conducta, que niega por completo el cuerpo como lugar irreductible del placer, sólo se reconoce el cuerpo como centro de disciplinamiento.



De ahí, la sanción al goleador Wilder Medina, un joven que no ha cortado su rizoma con la libertad y por ello cada gol lo celebra con todos aquellos que a base de gritos rabiosos, nos recuerdan la pérdida de su palabra, de las palabras y sus cosas. Por qué no mejor sancionar a todos aquellos que trafican con la alegría del futbol a través de un pase, del pase del jugador y dejar en autonomía aquellos que alegran su vida de pase en pase, y divierten a los espectadores con las jugadas de un pase-gol. ¡Vamos, Vamos, goleador!



En este sentido, las expulsiones de los jóvenes del colegio por llevar el pelo largo, las descalificaciones a las niñas de faldas cortas e ideas grandes; la tipificación de los saberes ancestrales como anacrónicos; el descredito a que son sometidas las almas insurrectas; el temor a brindarle a la alegre anarquía la posibilidad de creación, la sobrevaloración del trabajo en detrimento del ocio, la sanción moral y disciplinar a los jugadores que no se niegan el placer corporal… responden en conjunto a una política de vida, que niega por completo el cuerpo como lugar de emancipación y suspende la palabra de aquellas subjetividades que no asumen el orden de las cosas.



Asistimos entonces, a una política que al pensarse una organización para ella – el Estado y el partido- construyó un orden que se ha dedicado a destruir la política, a negar la otra política o si se prefiere a regular el mundo de lo político. Sí, sin lugar a dudas, vivimos bajo una política que se asume como policía –del cuidado de la conducta- y por ello invade todos los espacios de la vida humana para vigilar y controlar, para impedir que la palabra y sus prácticas irrumpan con valor en las múltiples acepciones de la palabra valor, en el estado actual de las cosas.



Estado que ya no soportamos más, porque está acabando con la naturaleza, desgarrando la experiencia de estar en comunidad e invadiendo todo los ámbitos de nuestra vida.